Del 24 al 30
de mayo de 2002.
Tres aventureros, Pepe López, Paco Palacios y
Justo Ramos, se dan cita al pié de la Torre del Oro, para desde allí partir con
sus bicicletas y sus alforjas hasta el mismo nacimiento del Guadalquivir, allá
en la sierra de Cazorla, ajustando en la medida de lo posible el recorrido al
curso del Río.
Emprendemos la
marcha por el mismo paseo fluvial, pasando por debajo del puente de Triana
(Isabel II) y de los puentes del Cachorro, la Barqueta y el Alamillo, hasta
llegar a San Jerónimo, donde termina el paseo y nos vemos obligado a tomar la
carretera que va de esta población a la de La Algaba en este trayecto cruzamos
por primera vez el Río Guadalquivir, al llegar a esta última población giramos
a la derecha y tomamos por la carretera que va hacia Alcalá del Río, entramos y
atravesamos el pueblo para ir a buscar el Río y la presa que existe en este, en
la otra orilla buscamos un lugar adecuado para hacer una bonita fotografía
panorámica de Alcalá asomándose a su Río, después retornamos a la carretera y
continuamos la marcha por la margen derecha del Río.
La carretera
que va paralela al Río se va adentrando en la campiña, a nuestra izquierda, a
lo lejos, se ven las últimas estribaciones de la Sierra Norte de Sevilla, a
nuestra derecha el Guadalquivir. La vega está formada por unas enormes
extensiones de tierra calma de una gran riqueza agrícola, favorecida esta por
la facilidad de regadío por la proximidad del Río.
Dejamos a
nuestra izquierda el Poblado de colonización de Esquivel, que se encuentra en
un pequeño promontorio con un graciosillo pinar en su entrada, algo más
adelante llegamos a Villaverde del Río, donde hicimos un alto para reponer
fuerzas con un segundo desayuno, tras él reanudamos nuestro camino y dejamos
atrás poblaciones tales como Cantillana y Alcolea del Río, en torno al mediodía
llegamos, con un sol de justicia, a Lora del Río, donde fue necesario sofocar
nuestra sed con una cerveza fresca, entramos en un bar de cazadores, estando en
pleno deleite de la cerveza se incorporó a la conversación un lugareño, gitano
por más señas, llamado Miguel Luzón, y un poquito eufórico por el alcohol, según
nos contó se dedicaba a la venta ambulante y nos ofreció reiteradamente su casa,
que se encontraba en una calle lateral al bar y a escasa distancia, nos zafamos
de él como pudimos y continuamos nuestro viaje hasta el poblado de colonización
de El Priorato, donde almorzamos, y en un pequeño parque bien arbolado dejamos
pasar las horas de más calor.
Desde algo
antes de Lora y hasta que llegásemos a Córdoba nos acompañaba la vía del
A.V.E., ora a un lado de la carretera ora al otro, dándose un extraño contraste
entre nuestro ritmo de viajar y el de las personas que van dentro del A.V.E.
Por la tarde
seguimos dejando kilómetros atrás, llegando a las proximidades de Peñaflor,
último pueblo de Sevilla por esta parte, nos encontramos con la Ermita de
Nuestra Señora de Villadiego, que está adosada a un torreón de planta octogonal
que recordaba la Torre del Oro, algo más adelante llegamos a la presa donde nace
el Canal del Bajo Guadalquivir, también conocido como “Canal de los Presos”, al
otro lado de la presa existe un monolito conmemorativo cuyo pedestal se
encuentra revestido de unas cerámicas que nos parecieron un tanto ingenuas.
Una vez que
dejamos atrás Peñaflor y cruzamos el limite de provincia, adentrándonos en la
de Córdoba, ya teníamos a corta distancia el final de la primera etapa, Palma
del Río, después de buscar un alojamiento y darnos una reparadora ducha nos
dedicamos a turistear por la población deleitándonos con la visión exterior de
varias de sus iglesias más antiguas un palacio ducal y los restos de las antiguas
murallas.
La segunda
etapa, la comenzamos bien temprano huyéndole al calor, cuando empezamos a rodar
estaba el sol en el horizonte, y como nos dirigíamos hacia el este, castigó
seriamente nuestros ojos unos minutos, hasta que cogió algo de altura, pronto
quedo atrás Posadas y comenzamos a ver de lejos la silueta del Castillo de
Almodóvar del Río, recortada en el horizonte, que se encuentra junto a esta
población en lo más alto de un cerro, desde donde domina la amplia vega del
Guadalquivir, al bajar del castillo abandonamos la carretera que traíamos y tras
atravesar la población tomamos una carreterilla secundaria que además de ser
más tranquila discurre mucho más cerca del Río, es llana como la palma de la
mano, pasamos por un poblado que se llama Veredón, nos llamó la atención que en
esta parte de la vega existían grandes extensiones sembradas de ajos, coincidió
con la época de la cosecha y pudimos ver grandes cuadrillas de hombres y
mujeres ocupados con el clasificado y envasado de los ajos in situ.
Cuando
estábamos en las proximidades del aeropuerto de Córdoba a nuestra izquierda y
en la ladera de la sierra de Córdoba distinguimos Medina Azahara y algo más
adelante algunas de las famosas Ermitas de Córdoba, al filo del mediodía
llegamos a Córdoba, donde nos encontramos con la agradable sorpresa de un
magnifico “carril bici” por el que cruzamos la ciudad, este carril disponía de
semáforos especiales para los ciclistas distintos del de los coches y del de
los peatones, según algunos carteles que vimos a nuestro paso disponen de 29
kms de carril bici, por él llegamos al Río nos deleitamos con su magnifico
puente romano y con la Puerta que existe a continuación, aunque lógicamente
esta ciudad tiene un gran numero de monumentos que por si solo justificaría
dedicarles varios días, por razones de nuestra apretura de tiempo no nos detuvimos
más. Salimos de Córdoba por la antigua N-IV que nos llevó por las proximidades
del Campus universitario y de allí a Alcolea, accediendo a esta por su puente
romano, y algo más adelante en una venta de carretera nos detuvimos a comer,
hacia un calor sofocante, menos mal que tenía aire acondicionado, allí
alargamos la sobremesa todo lo que pudimos hasta que decidimos reanudar la
marcha, la carretera nos llevó a la autovía de Madrid, pero por un paso
inferior encontramos una vía de servicio que paralela al Río y a la Autovía nos
permitió llegar a El Carpio primero y después a Pedro Abad, como se nos hacia
tarde en este pueblo dejamos la vía de servicio y nos retiramos un poco del
Río, por una carretera más directa ir hasta el final de esta segunda etapa en
Villa del Río, en el pecado tuvimos la penitencia, algo cansados nos
encontramos con un continuo sube y baja por unos cerros plantados de olivos,
llegamos a Villa del Río al borde de la extenuación, pero ello no fue óbice
para después de la ducha dar un paseo por el pueblo y llegar hasta una hermosa
plaza donde se encuentra el ayuntamiento en un edificio que en otro tiempo fue
una iglesia.
Al iniciar la tercera etapa, antes de salir de
Villa del Río, preguntamos a un paisano que por donde se iba para Marmolejo por
San Julián y no sé si nos indicó mal o si lo entendimos mal lo cierto es que
atravesamos el Río y nos empezamos a adentrar en la sierra hasta que llegamos
al embalse de Yeguas, allí pudimos rectificar y dirigirnos hacia Marmolejo, una
vez que habíamos dejado atrás tanto el balneario como Marmolejo, nos acercamos
de nuevo hasta la autovía y por la vía de servicio llegamos hasta el puente
romano de Andujar, por el que accedimos a esta población donde tomamos el
segundo desayuno y una vez que reanudamos la marcha salimos por una carreterita
secundaria, dejando atrás poblaciones tales como Los Barrios, Cortijuelos y
Villanueva de la Reina, hasta aquí la carretera atraviesa una pequeña pero
fértil vega, cuajada de huertos, desde Villanueva pusimos rumbo a Espeluy y
nuevamente comenzamos a ver olivos por todas partes, continuamos hacia Mengíbar
de aquí a las aldeas de Villargordo y Torrequebradilla, a esta última llegamos
después de atravesar una inmensidad de olivos, la subida fue dura y el sol apretaba
de lo lindo, era la hora propia de la cerveza y en el único bar del poblado,
una mezcla entre casino, bar, hogar de la juventud y ayuntamiento dimos buena
cuenta de ella, el público era tan variopinto que lo mismo podías ver a unos
chavales enredando con sus cosas que a los mayores del lugar disputando su
clásica partida de dominó, desde aquí y en una trepidante bajada pasamos por
las aldeas de Vados de Torralba, Sotogordo y Puente del Obispo, en esta última
desembocamos en la carretera que une Jaén con Baeza, y en una venta de
carretera, malcomimos y además nos clavaron, estaba regentada por un antiguo
legionario, lo de legionario se deducía fácilmente por los tatuajes que lucía
en sus brazos.
Parece ser que
el nombre de la población se debe a no se que obispo que construyó un puente
muy singular sobre el Guadalquivir, en primer lugar no es horizontal, sino que
como una orilla es más alta que la otra el puente es un plano inclinado con una
considerable pendiente, sus ojos son arcos de medio punto cuyos pilares son de
distinta altura para así darle el desnivel necesario al puente, otra
peculiaridad es que en el margen izquierdo del Río el puente tiene un torreón a
modo de fielato pero que realmente fue una capilla. La hora de “la calor” la
pasamos a la sombra del puente nuevo que han construido al lado del que
acabamos de describir.
El final de
etapa estaba próximo, tan solo a 8 kms se encuentra la ciudad de Baeza, pero
estos 8 kms fueron la guinda del pastel, téngase en cuenta que en subir la dura
rampa nos costó más de una hora por el reloj y llegamos al borde de la
deshidratación y casi extenuados, hasta tal punto que después de tomarnos
una bebida isotónica y buscar
alojamiento optamos por dejar la visita turística para la mañana del día siguiente, porque de esta ciudad no se
puede uno ir sin ver, aunque sea someramente, las joyas de la arquitectura del
Renacimiento que posee, debidas gran parte de ellas a Andrés de Vandelvira.
Ni que decir
tiene que a la mañana siguiente antes de abandonar Baeza hicimos un recorrido
por los principales monumentos de la ciudad, catedral, universidad, plaza de
Santa María, etc., de aquí nos trasladamos a la ciudad de Úbeda, otra joya del
renacimiento donde se encuentra las mejores obras del arquitecto Andrés de Vandelvira,
y donde evidentemente hicimos también un recorrido cultural.
Una vez que
abandonamos Úbeda nos dirigimos a la carretera nacional que va de Bailen a
Albacete, por ella llegamos a Torreperogil donde giramos a la derecha para
tomar la carretera que se dirige a Peal de Becerro y Cazorla, de esta forma nos
acercamos de nuevo a nuestro Río.
Una vez que se
ha dejado atrás Peal de Becerro, después de una serie de repechones, se empieza
a vislumbrar en el horizonte algunos de los picos del P. N. de las Sierras de
Cazorla, Segura y las Villas, y que a medida que nos vamos aproximando a la
ciudad de Cazorla van ganando en altura, majestuosidad y elegancia, desde el
desvío a la derecha que va hacia Quesada, el macizo montañoso que corona
Cazorla es verdaderamente impresionante, desde este cruce también se puede
contemplar en la ladera y hacia la izquierda, la Ermita de la Virgen, y hacia
la derecha en un cerro los restos del Castillo de las Cinco Esquinas, del que
se conservan la torre de homenaje de planta pentagonal y algunos paños de
muralla de origen árabe. Nosotros aprovechamos este desvío a Quesada para
entrar en Cazorla por la parte de atrás y llegar directamente a la Plaza Vieja.
Esta plaza
tiene un gran sabor tanto por la forma irregular que posee como por los
elementos que en ella se encuentran, como por las vistas que tiene, además de
las ruinas de la iglesia de Santa Maria, existe una fuente de estilo renacentista,
de gran valor tanto por su arquitectura como por su fresca y cristalina agua,
denominada también fuente de las cadenas por la larga cadena labrada en la
piedra, fue erigida en 1605 en memoria de Felipe II. Por encima de las casas
que hay detrás se puede ver parte del Castillo de la Yedra, con su
característico paño de muralla escalonada. La ciudad ha tenido diversos nombres
a los largo de la historia, los romanos la llamaron “Carcesa”, los musulmanes
“Quastura”, para tomar su actual nombre tras la reconquista cristiana de la
Villa por don Rodrigo Ximénez de Rada, Arzobispo de Toledo, el título de ciudad
se lo otorgan en 1812 las Cortes de Cádiz por su actuación contra los
franceses.
En esta plaza
y gozando del entorno ya descrito almorzamos en unos veladores que al efecto
tiene allí puesto un restaurante, con una prolongada sobremesa dejamos pasar
las horas de más calor y descansamos un poco antes de afrontar el tramo final
de la etapa en el que tendríamos que ir ganando altura al dejar atrás las
poblaciones de la Iruela, donde en la Peña de los Halcones están los restos de
un Castillo templario, y Burunchel, que está en el limite del parque, donde
comienza el puerto de la Paloma con 1290 metros de altitud, esta subida
constituía la guinda de la etapa en un doble sentido, de una parte por lo que
supone la subida y por otra por el premio que supone una vez arriba pararse en
su mirador y contemplar “El Valle”, desde aquí se ve una gran parte del parque
abajo en el valle lógicamente el Guadalquivir, rodeado de montañas y picos,
tales como Peña Corba, El Morron del Cerezo, El Blanquillo, El Yelmo, El
Banderillas, El Alto de la Campana, etc..
Después de
deleitarnos con la visión que la madre naturaleza nos ofrece de forma tan
generosa, nos abrigamos un poco para afrontar una bajada vertiginosa hasta el
cruce conocido como “El Empalme”, donde encontraríamos a Pepe López que se
adelantó un poco en la subida y no vio el mirador, por lo que lamentablemente
se perdió la visión que antes se ha descrito. Giramos a la izquierda para
seguir bajado hasta llegar al poblado de Arroyo Frío, donde nos alojamos en uno
de los apartamentos que tienen para alquilar los del supermercado Margarita y
que sería nuestro cuartel general en los días que pasamos en el parque.
A la mañana
siguiente partimos de la población de Arroyo Frío, que se encuentra situada en
el corazón del “Valle” y justo en la confluencia del Arroyo Frío con el
Guadalquivir, antes de salir nos aprovisionamos de bocadillos, y por fin
partimos camino del Nacimiento, para ello subimos hasta “El Empalme” y una vez
en él giramos a la izquierda, unos kilómetros más adelante dejamos a nuestra
derecha un desvío que va al Parador de Turismo El Adelantado, llegando unos
minutos después a otro desvío a la derecha que va al poblado de
Vadillo-Castril, una antigua serrería de la RENFE, y que justo en frente parte
un sendero para la Cerrada del Utrero, este es un pequeño paseo de algo más de
un kilómetro y medio, que va rodeando una loma y que nos acerca a un encajonamiento
del Guadalquivir, en su parte final podemos contemplar una preciosa cascada en
forma de cola de caballo del arroyo Linarejos, así como la laguna que en su pie
forma antes de unir sus aguas al Río Guadalquivir, un poco más adelante en la
cerrada en sí, una angostura formada por dos altas paredes rocosas el Guadalquivir
ha remansado sus aguas gracias a una presa que allí existe, de regreso a la
carretera pasamos el puente que hay al otro lado de la cerrada y a escasos
metros tomamos un desvío a la derecha, 3 kms más adelante encontramos un nuevo
puente, se trata del de Las Herrerías, que según cuenta la leyenda fue
construido para que pasara Isabel la Católica en la campaña de la reconquista
de Granada. El puente es de piedra, de un solo ojo de medio punto, se encuentra
en un entorno de una singular belleza.
Una vez que
pasamos el puente de las Herrerías nos encontramos con una pista forestal que
nos llevará al Nacimiento, 12 kms más arriba, a poco de iniciar la subida nos
encontramos con “El Calerón”, una bonita finca de recreo, posiblemente del
siglo XIX, algo abandonada y ruinosa, aparte del caserón de los señores y la
casa de la servidumbre tiene su capilla y unos bonitos jardines rústicos
naturales, con surtidores de agua que todavía funcionan, sin mecanismo alguno
solo por la ley de los vasos comunicantes, pueden ser muestra de su antiguo
esplendor. A mediado de la subida, a nuestra izquierda en la ladera del otro
lado del Río, el arroyo Amarillo se precipita sobre el Guadalquivir desde una
gran altura en un sinfín de cascadas escalonadas, la pista va acompañando el
curso del Río una veces a más altura y otras a menos, pero oyendo su cantarina
voz prácticamente todo el trayecto, la subida se ve mitigada por la belleza del
paisaje, dejamos atrás la casa forestal y la fuente de “Los Razos” y cuando ya
estábamos cerca de alcanzar nuestra meta, el Nacimiento del Guadalquivir, nos
encontramos en una zona rocosa, con un premio de gran valor, la “violeta de
Cazorla” un endemismo de esta serranía que casi se ha constituido en el símbolo
del parque.
Cuando
alcanzamos casi los 1400 metros de altitud, al fin llegamos al Nacimiento, en
un paredón calizo hay una placa donde se indica que aquí nace el Guadalquivir,
reproduciendo para ello los versos que los hermanos Álvarez Quintero dedicaron
al gran Río, y que comienzan así:
“¡Detente
aquí, viajero! Entre estas peñas
nace el que es
y será Rey de los ríos
entre pinos
gigantes y bravíos
…”
Estos pinos
gigantes, a los que hacen referencia los hermanos Álvarez Quintero son unos
hermosos pinos de gran porte y belleza cuyo habitad son las alturas, hasta tal
punto que hay quién los denomina como “el señor de las alturas”, y que es el
Pinus nigra, el pino laricio o salgareño.
Nos apeamos de
nuestras bicicletas, bajamos hasta el agua, rendimos al Gran Río, como le
llamaron los árabes Guad-el-Kevir, nuestro modesto homenaje y como no podía ser
de otra manera nos hicimos las fotos de rigor. De vuelta a la pista forestal
que va hacia el pueblo de Pozo Alcón vemos que hay una serie de regatos que son
los que al unirse dan lugar al Guadalquivir, esta zona se llama Cañada de las
Fuentes, allí junto a una casa forestal, existen unos merenderos donde dimos
buena cuenta de los bocadillos.
Después de
descansar un poco, continuamos algo más adelante para ver en otra cañada el
Tejo Milenario, hay quien dice que es trimilenario, lo cierto es que para
abarcar su tronco se necesitan 7 hombres con los brazos extendidos, después de
contemplarlo y como colofón del día seguimos un poco más adelante por la pista
que traíamos para tomar una pista lateral a la izquierda de nuestra marcha que
nos llevará cerca del arroyo de los Tornillos de Gualay y de este al arroyo de
los Habares que se une al Guadalquivir en las proximidades del puente de las
Herrerías. El regreso por esta zona fue toda una aventura, la pista bastante
deteriorada y con fuertes bajadas hicieron que tuviéramos que hacer uso de toda
nuestra pericia para que las bicicletas se mantuvieran en equilibrio y no rodáramos
por los suelos ciclista y bicicleta, tuvo la compensación que por esta zona
pudimos ver ciervos y jabalíes. Una vez en el Puente de las Herrerías
regresamos a nuestro alojamiento en Arroyo Frío.
El día
siguiente lo dedicamos a conocer otra zona del parque, partimos de Arroyo Frío
en dirección contraria al día anterior, es decir por la carretera del “Valle”
hacia el embalse del Tranco, al llegar a La Torre del Vinagre giramos a nuestra
derecha para bajar al Río y cruzarlo, íbamos en busca del río Borosa, un
afluente del Guadalquivir que tiene un gran atractivo, junto a él discurre una
pista forestal que prácticamente lo acompaña casi hasta su nacimiento, a
mediado de su recorrido está la Cerrada de Elías, paraje de excepcional
belleza, se trata de un cañón de paredes rocosas entre las que discurre el
Borosa de forma espectacular, para su contemplación existe en un tramo una senda
y en otro una pasarela adosada a la pared caliza, ni que decir tiene que en
este tramo echamos pie a tierra para
disfrutar lo más posible de la contemplación de la cerrada.
Una vez al
otro extremo de la cerrada reanudamos nuestra marcha río arriba contemplando el
bonito paisaje por el que atravesábamos, cuando llegamos a la parte alta, la
pista se acaba junto a la Central eléctrica, en cuyas proximidades dejamos la
bicis y continuamos a pie, pues el sendero estrecho y abrupto aconsejaban esta
opción, contemplamos varias cascadas de belleza sin igual, la última la
conocida como de los Órganos, hasta que llegamos a la subida final por un
sendero zigzagueante que nos llevó a la parte alta del paredón de nuestra
izquierda, justo a la boca de un túnel excavado en el mismo por el que discurre
una canalización de agua del Borosa para el salto necesario de la central
eléctrica que habíamos dejado más abajo, el túnel no tiene más iluminación que
unos tragaluces laterales de trecho en trecho con lo que se crea una
semipenumbra que unida a un cable de acero, que a modo de barandilla recorre la
canalización, permite pasar al otro lado, una vez en el llegamos a nuestra meta
de este día el nacimiento del Aguasnegras que así se llama al bello y
espectacular nacimiento del Borosa, se ve como mana el agua a borbotones debajo
de unas rocas, en este paradisíaco lugar viendo manar el agua dimos buena
cuenta de los bocadillos que llevábamos para el almuerzo, después recorrimos
las inmediaciones donde se encuentran las lagunas de Valdeazores, que son unos
embalses del arroyo del mismo nombre que es un afluente del Borosa, en esta
parte pudimos ver nuevamente ciervos y algunas rapaces que nos sobrevolaron, junto
a la laguna, en otros tiempos existió un refugio donde se alojaba Franco cuando
venia a pescar las enormes truchas que había en estas lagunas y que estaban
reservadas solo para él, del citado refugio ya no queda ni el menor rastro, ha
sido demolido y retirado en su totalidad, finalmente emprendimos el regreso por
el mismo camino que habíamos subido, al llegar a la Torre del Vinagre visitamos
el Centro de Interpretación de la Naturaleza que allí existe, construido junto
al Caserón señorial que utilizara Franco cuando venía de cacería a este parque,
posteriormente ha sido utilizado por algunos altos políticos de la democracia,
finalmente nos dirigimos a nuestro alojamiento.
Era la última
noche que pasaríamos en Arroyo Frío, y después de una ducha nos fuimos a cenar
en una terraza de un restaurante, donde entre copitas de vino hicimos una
recapitulación del viaje al tiempo que degustábamos los productos típicos de la
tierra.
A la mañana
siguiente madrugamos bastante para salir con las primeras luces, emprendimos
nuestra última etapa, por la carretera del Valle, junto al Guadalquivir, nos
dirigimos al embalse del Tranco de Beas, íbamos deleitándonos parando en distintos sitios para
disfrutar del paisaje lo más posible antes de salir del parque por el Tranco,
en una de las paradas contemplamos el Castillo de Bujaraiza, situado en el
extremo de la isla del embalse del Tranco, son los restos del señorío de
Bujaraiza y que según cuenta una antigua leyenda guarda un tesoro árabe. Al
otro lado de la presa, en un chiringuito desayunamos antes de emprender el
tramo final, que acompañando al Río nos llevaría a Villanueva del Arzobispo,
localidad esta donde teníamos que llegar a tiempo para tomar un autobús que
pasaba a las 3 de la tarde y que en 6 horas nos devolvería a Sevilla. En este
tramo se vuelven a ver olivos y más olivos, lo más destacable está hacia la
mediación, donde encontramos un azulejo recordando que no lejos de allí estuvo
en un huerto San Juan de la Cruz y que en ese lugar escribió buena parte de su
obra literaria.
Fdo.: Justo Ramos